Quería inaugurar este espacio, como no podía ser de otra manera, con un texto recopilatorio de los mejores versos extraídos de las canciones que durante años han brotado de mi imaginación y de mi corazón. Letras acompañadas de sencillas melodías que, al compás de mi guitarra, reflejaban los sentimientos, ilusiones, valores y experiencias que albergaba mi “yo” más profundo y verdadero.
Aquellos inocentes acordes cobraron vida y sentido propio a través de las palabras que los empujaban a ser algo más que simples notas aisladas. Esa sensación que yo mismo compartía, cuando al escribir conseguía apaciguar mi tormenta interior para poder enfrentarme al mundo. Crear historias me hacía sentir libre. Y desde entonces, la libertad fue siempre mi más fiel cómplice en la vida y en el apasionante e infinito universo paralelo que nos ofrecen las letras.
La inseguridad es uno de los primeros temas que trataron mis canciones: la inquietud de un adolescente con ganas de comerse el mundo; la tentación de no cumplir con lo establecido, con lo comúnmente denominado como “correcto”; el sobrepasar los límites para encontrar tu lugar… Porque nada ni nadie te ha de arrebatar ese espíritu joven e intrépido que busca saciar su curiosidad en busca de la verdad absoluta. Esta es la fuerza que reside entre las líneas de “Oir, ver y callar”. Una de sus estrofas dice así: “Estoy cansado de leer un día y otro también el mismo cuento de siempre. Estoy cansado de ver la Luna al Sol esconder de enero a diciembre. (…) Río y lloro a la vez, y no entiendo por qué nada es lo que es si todo puede ser. Un mundo al revés.”
El amor; el motor que mueve a las personas. Un tema trascendental, en ocasiones casi místico. Una energía vital indescriptible que, sin embargo, tantas veces hemos tratado de explicar con palabras, de analizar con argumentos y de hallar una fórmula para aprender de los errores cometidos, sin éxito. Pero continuamos obcecados en conseguirlo, y por ello hacemos lo que hacemos. En mi caso, lo hacía en forma de versos como: “cambiaré un te quiero olvidar por un te quiero yo más”, “el cielo es un cuento que cada noche me contarás”, o “la vida es un sueño si despierto junto a ti.” Ejemplos rescatados de la canción que lleva por título “La vida es un sueño”.
Y cuando hablamos de amor, es inevitable hacerlo también de desamor. En la vida se nos presentan como personajes antagónicos y, a su vez, como piezas complementarias de un mismo rompecabezas sentimental para el que todavía no se conoce solución. Una paradoja difícil de asimilar pero fácilmente reconocible entre las personas que existimos porque sentimos, y no al contrario. Retomando mis letras de canciones, “Whiskies en jarra” se refiere a este tema de la siguiente manera: “Ayer te imaginé aquí sentado. Sentí que nadaba en un charco. Te vi tan cerca y tan lejano. Volví a perder el mismo barco. (…) Y buscaré cada mañana al otro lado de la barra esa sonrisa y esa mirada, entre whiskies en jarra. (…) Amor con miel y ron. Corazón de sal y limón.”
Y dejo intencionadamente para el final un amplio núcleo temático como es el imperio de los sueños y la lucha por la libertad individual. El mejor de los contextos para poder concluir esta entrada con un mensaje optimista y alentador. Y para ello, citaré algunos versos de mi canción más escuchada, y quizás también más comentada, “La historia de Black”, cuyo estribillo reza: “Y es que vale la pena vivir y reír. Buscar tu verdad ser el dueño de ti. Y es que vale la pena, soñar y luchar. Luchar por tus sueños; luchar por tu Black”. Una clara reivindicación pacifista entremezclada con una crítica al egoísmo tan patente en la sociedad y a las constantes injusticias de las que somos partícipes cada vez que no nos enfrentamos a ellas.
Porque todos tenemos un sueño, una meta, y un objetivo en la vida que no es otro que ser felices de la forma que solo nosotros decidamos serlo. Porque la vida, igual que la música o la literatura, no se conciben sin la idea primera y última de libertad.