La lluvia (relato breve)

La lluvia, como parte del ciclo del agua, es testimonio renovable de vida. La lluvia, además, es fuente de alegría para campos, bosques y tierras sedientas.

Pero algo más tendrá la lluvia cuando consigue cambiar el color de las paredes de los edificios, el aroma de las calles, el ritmo de la ciudad e, incluso, la forma en la que observamos el mundo que nos rodea. La lluvia añade un toque de nostalgia a cada escena que vivimos o recordamos, como lágrimas que sentimos nuestras aun cayendo desde fuera hacia dentro.

El sonido de las gotas golpeando suavemente el cristal de nuestra ventana –como si quisiera acariciarnos, a su manera–, es el sonido de fondo perfecto para crear un ambiente de relajación mientras leemos, dormimos o, simplemente, contemplamos nuestros pensamientos. Sin embargo, ese mismo sonido, acrecentado en su ritmo e intensidad en mitad de la noche, puede asustarnos, desvelarnos o hacer que salgan a pasear nuestras preocupaciones más dormidas. 

La lluvia puede ser muy beneficiosa, como todo en la vida, en su justa medida. Una lluvia moderada es sinónimo de estabilidad y puede salvar cosechas, remover sentimientos y hacer fluir energías. Sin embargo, una lluvia torrencial puede ser realmente peligrosa, y provocar destrucción, caos y desesperación.

La lluvia es mucho más que agua; es mucho más que buena o mala. La lluvia, para bien o para mal, es inevitable.

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